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YOLANDA RUIZ

Prestigiosa columnista y periodista colombiana. Referente en las reflexiones sobre ética en el periodismo en tiempos de posverdad y redes sociales



Yolanda Ruiz es periodista (egresada de la Universidad Externado de Colombia) con amplia trayectoria en prensa, televisión y radio. Hoy es reconocida como referente en las reflexiones sobre ética en el periodismo en tiempos de posverdad y redes sociales.

Fue jefe de redacción de la revista Cromos y la primera mujer en llegar al cargo de directora de servicios informativos y de noticias en las dos cadenas de radio más importantes de Colombia: Caracol y RCN.

Ha entrevistado a protagonistas claves de los últimos 30 años entre ellos varios presidentes de Colombia y del mundo. Se hizo célebre la entrevista que le hizo a Pablo Escobar, documento que fue censurado en su momento y se publicó 20 años después.

Es voz destacada en los debates de género, en los que defiende el liderazgo de la mujer y promueve el respeto a la diferencia sexual. Ha levantado también la bandera de la defensa del medio ambiente, liderando campañas y proyectos periodísticos buscando promover la conciencia del cuidado del planeta y los animales.

Galardonada en tres oportunidades con el premio Simón Bolívar de periodismo, entre ellos a mejor periodista del año, en 2015.

Fue profesora en la maestría de periodismo de la Universidad del Rosario y formadora de reporteros en terreno por una permanente vocación pedagógica.

Yolanda Ruiz conoce el oficio periodístico desde todos sus ángulos. Y así como sabe que cada medio tiene sus particularidades, tiene claro que su sello característico: hacer periodismo serio.

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Periodismo en tiempos de pos verdad

En la era de las noticias falsas y la pos verdad muchos se quejan de las mentiras, el matoneo y la frivolidad en las redes sociales. Las redes impactan en la vida privada y en la vida pública, hay megaestrellas en el nuevo universo de los youtubers y los influencers. El culto a la imagen llega a extremos insólitos y si no hay fotografía en Twitter o en Instagram es que nunca pasó. En ese mundo de pixeles y memes aparecen preguntas: ¿Están los medios de comunicación perdiendo su función social por someterse a la dictadura del clic? ¿Qué tan responsable es el ciudadano que contribuye a distribuir mentiras? ¿Y el dirigente político? ¿Todo el que tiene un celular conectado a internet es un comunicador? ¿Es el fin del periodismo o es el momento en que más necesitamos comunicadores calificados? ¿Hay que regular y poner límites o proteger el derecho a la libre expresión así esta sea un calumnia o una amenaza? ¿Hasta dónde todos somos responsables de los monstruos que se crean en internet?

¡Puta, vieja, fea, zorra!

Escribía hace un tiempo en una columna de El Espectador que “ser mujer es estar siempre en una vitrina en donde nos analizan, nos miden, nos juzgan por la manera como nos vemos: Los kilos de más, las curvas de menos, el maquillaje que falta y el que sobra, el tamaño de los senos, el de las nalgas, la estatura, el color de los ojos, la ropa que ajusta o que no ajusta…” Pero además de eso hay insultos que son reservados para mujeres: nos tratan de zorras, viejas o feas para descalificarnos en el debate público. Ninguna de esas palabras tiene sentido insultante en su versión masculina. Y en el peor de todos los insultos para hombres se le llama “hijo de puta” con lo cual de nuevo la agredida es una mujer. En la mayoría de países las leyes nos conceden la igualdad, hay mujeres que son jefes de Estado, presidentes de compañías y muchas son líderes en sus campos de trabajo, pero en silencio y en la cotidianidad tenemos todavía estereotipos machistas que llevará tiempo erradicar.

Poner la ética de moda (o la defensa del “bobo”)

Después de cada escándalo de corrupción, llámese proceso 8 mil, Odebrecht o cartel de la hemofilia, aparecen una o mil propuestas para legislar con penas más fuertes y menos gabelas y cuando esas normas pasan en el Congreso nos sentimos aliviados como si las leyes por sí solas pudieran cambiar los comportamientos. La verdad es que hecha la ley, hecha la trampa. “El vivo vive del bobo” dice un adagio popular y es uno de los refranes que mueven a un país que se enorgullece de su ingenio para conseguir metas por el camino corto, sin que preocupe cruzar las líneas de lo legal, lo ético o lo decente. Por eso las leyes por duras que sean no acaban de resolvernos los problemas. A veces en Colombia es más fácil el camino torcido que el camino recto. Es tiempo de mirar distinto a esos “bobos” que cumplen las leyes, pagan impuestos, hacen la fila y no buscan el camino corto. Esos “bobos” pueden salvarnos; tiempo de que se hagan más visibles ellos que los pillos. Tiempos de poner la ética de moda.